Leo Strauss fue un filósofo secreto, cuyos pensamientos no se mostraban transparentes a sus lectores y sólo eran accesibles leyendo entre líneas.
Strauss nació en Alemania a finales del siglo XIX, pero su aliento ha llegado hasta el XXI. Es conocido por ser uno de los padres, y el pensador más influyente, de los neo-conservadores actuales. Las ideas de Strauss han impregnado sobremanera la práctica de la administración Yanki.
Leo Strauss, el filósofo de origen alemán creía firmemente en la eficacia de la manipulación en política. Las mentiras podían ser útiles y debían usarse si servían para que la mayoría, que necesita ser dirigida, siga el camino correcto. Strauss recogía la visión de Carl Schmitt de que toda acción política estaba basada en el combate de amigo contra enemigo.
Strauss no fue un defensor a ultranza de la democracia liberal y partidario de la extensión de esa clase de régimen por todo el planeta. Según Drury, los valores defendidos como esenciales por los neoconservadores como la religión (a la que califican como el cemento de la sociedad), el patriotismo o la moral, sólo eran válidos para las masas; no para quienes sabían elevarse por encima de ellas, abrazando así ideas propias de Nietzsche. Strauss creía en el derecho natural, pero el del fuerte a dominar al débil.
Strauss nunca fue neo-conservador en sentido estricto, no militó en ningún partido político ni fraguó un programa sobre el que pudieran apoyarse esta clase de propuestas políticas. De hecho, desconfiaba respecto de la capacidad de la teoría política para influir en las decisiones de quienes ostentan el poder.
Porque, según Smith, la esencia de la mirada política de Strauss es el escepticismo; en la medida en que no hay certidumbres en el juego de partidos, la arena política se vuelve el lugar ideal para el diálogo y la discusión. Para Strauss, lo que definía a los filósofos era su deseo imperioso de saber. El filósofo era radical y por ello, la política debía ser moderada, dejando los combates más fuertes para el pensamiento.
Para Smith, la cuestión es qué motivos llevaron a tergiversar el legado de un hombre cuyo pensamiento quedaba ligado a otros liberales de derecha como Isaiah Berlin o Raymond Aron. Gentes que, como Strauss, defendieron ideas que se vieron relegadas, durante los años sesenta y setenta, a un segundo plano. Quizá por ello, la reactivación de sus obras en tiempos posteriores estuvieron muy ligadas a una suerte de contrarrevolución: la era del Estado de bienestar, los derechos civiles y el movimiento hippie fue la diana primera y más evidente de discípulos suyos, como Allan Bloom.
Mientras, para la gran mayoría de los autores estadounidenses, Leo Strauss continuará siendo no sólo el padre de los neoconservadores, sino la figura que mejor representa una cosmovisión ligada a la fuerza, el patriotismo, la religión y el liberalismo económico. Hay otras perspectivas, defendidas por profesores cercanos a Strauss, para quienes la mejor aportación del autor nacido en Alemania es recordarnos que la libertad de una mente educada es el mejor antídoto contra las patologías de la moderna política de masas.
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