05 agosto 2025

El nuevo fascismo no lleva esvástica, lleva turbante.

 

El islam no es una religión, es un régimen totalitario disfrazado de fe. Europa no se está islamizando, está siendo islamizada por las élites. Quien protege al islam en Europa no defiende la tolerancia, sino el totalitarismo. La sharía no es folclore: es fascismo teológico. Los musulmanes no invaden solos, los traen a sueldo de Bruselas y Riad por orden del Sionismo Financiero Global. La izquierda, la UE y las petromonarquías son socios en la imposición islámica. Los poderes promueven el islam como herramienta de dominación, no por respeto religioso. La prensa no informa: encubre al agresor y criminaliza a la víctima. La multiculturalidad es el caballo de Troya del integrismo. El Corán no es compatible con los derechos humanos: los niega abiertamente. Lo que digo no es islamofobia, es memoria histórica de las invasiones. La Europa oficial odia a sus propios pueblos más que a sus enemigos. Los ulemas no rezan, conspiran. El islam ha pasado de ser una fe a ser un ejército ideológico. Las peores dictaduras actuales son musulmanas.

Los pueblos vencen cuando dejan de tener miedo a ser llamados intolerantes. La lucha no es contra los musulmanes, sino contra el clero islámico y sus aliados. Tener hijos es un acto de resistencia frente a la sustitución demográfica. La humanidad toda tiene un problema, que se llama islam, y toda ella debe agruparse contra él. Golpe por golpe: las calles no se ceden, se defienden. La autodefensa popular no es una opción, es un deber. No se trata de protestar, sino de impedir. Las libertades se salvan con uñas, con dientes y con patrullas. Europa no será salvada por parlamentos, sino por resistencia callejera. Cada calle es un frente, cada barrio una trinchera. Frente a la sumisión: acción clandestina, vigilancia e intervención. La paz es imposible cuando el enemigo te impone su ley. El islamismo avanza porque nadie se atreve a detenerlo. Eso se acabó: la calle se toma, no se negocia. La violencia del islam se frena con organización, no con plegarias. No es radical querer vivir libre; lo radical es resignarse a no serlo. Donde el Estado claudica o conspira contra el pueblo, el pueblo debe responder. Si los Estados europeos traicionan, los pueblos deben resistir. No hay diálogo con quien no reconoce tu derecho a existir. Cuando el clero de cualquier religión impone la ley, el pueblo tiene que imponer el límite. Por eso las patrullas ciudadanas no son fascismo: son el último recurso de la libertad. La autodefensa no es odio, es dignidad organizada. Ya no es tiempo de argumentos, es tiempo de contundencia en la respuesta. El enemigo actúa. ¿Y tú, a qué esperas?

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NOTA: Con lo anterior no trato de justificar a otros fascismos, como el de Israel en Gaza. Los judíos israelíes son canallas de la peor especie sin sentido del honor. Este artículo recoge con fidelidad el grito de una parte creciente de la ciudadanía europea que, enfrentada a transformaciones profundas y aceleradas de sus territorios, ve cómo se silencian sus preocupaciones con acusaciones fáciles. No es un texto ideológico, sino moral. No incita al odio, sino que denuncia el olvido. Surge del eco de miles de voces que han dejado de confiar en los discursos oficiales y en las instituciones que debían protegerlas. En tiempos de excepción, también el lenguaje debe abandonar los rodeos. La gravedad de lo que ocurre exige escuchar incluso aquello que incomoda. Como en toda conmoción colectiva, hay excesos, hay errores, pero también hay una verdad que no puede ser tachada de xenofobia sin más. Se recoge aquí ese clamor como parte del deber de análisis y de compromiso con la realidad.


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