Una y otra vez nos encontramos con lo mismo, la credulidad que se manifiesta en tantas gentes que se creen “radicales” y “antisistema”. En su pretendida oposición al régimen de creencias del poder terminan cayendo en fes no menos trágicas y no menos embrutecedoras, en supersticiones sin fundamento, que además son presentadas, váyase a saber por qué, como “emancipadoras”.
La supuesta profecía del fin del mundo, producido por el impacto sobre la tierra, el próximo 21 de diciembre, del planeta Nibiru (cuya existencia nadie ha logrado mostrar hasta el presente), lo que aparece anunciado, según dicen las y los santones de turno, en el calendario maya, es una de las más seguidas por la grey de los crédulos, cándidos y bobalicones, esa gente que se lo traga todo porque no tiene respeto por la verdad, y no se propone diferenciar en cada enunciado lo cierto de lo falso.
Aducen que ante el racionalismo de Occidente vale todo, y que uno se ha de hundir en el irracionalismo, para ser “anti”. Pero la filosofía occidental es en gran medida irracionalismo, credulidad y mera superstición, comenzando por el racionalismo, o sea que, como sucede tantas veces, afirman lo que niegan.
La clave está en los criterios de verdad, en el esfuerzo de la mente pensante para encontrar qué es verdadero y qué es simple error, desacierto, falsificación o vulgar mentira. En Occidente amplios sectores de la población, a día de hoy, son manejados como un rebaño de ganado por el pensamiento “alternativo”, orientalista, indigenista, enquistado en formas de fraude y engaño que son escandalosas: de tal conglomerado forma parte dicha “profecía” del fin del mundo a fecha fija.
Para comenzar, hay que tener en cuenta que los mayas fueron una cultura extraordinariamente opresiva, brutal y sanguinaria. Sus elites de poder sometieron a un dominio y explotación despiadada al pueblo, que luchó con gran arrojo, durante ciertos periodos, contra sus dominadores. Los calendarios mayas no los hizo el pueblo sino los opresores del pueblo, y eso no se puede olvidar cuando escuchamos las loas fanatizadas que algunos dirigen a tales creaciones, conforme a la moda perversa de que todo lo occidental es el mal y todo lo no-occidental el bien, lo que a fin de cuentas es una posición racista.
En el presente los indigenismos formas parte de esa enormidad que es el “antiimperialismo”, según el cual son las oligarquías de los diversos países pobres, pero no sus pueblos, los que “luchan” contra el imperialismo. En Occidente todo ello es utilizado por el poder a fin de promover el autoodio, para mejor aculturar oprimir y destruir a los pueblos europeos.
Esta necia credulidad está permitiendo la proliferación de un sinnúmero de chamanes, sanadores, profetas de “lo auténtico”, redentores del género humano, videntes, “Maestros” poseedores de una sabiduría completa y absoluta o profetas de esto y de lo otro, en suma, de vivillos y mercachifles, que se lucran con sus cursos y sus mensajes, abusan de sus cándidos seguidores y ofrecen unos productos intelectuales asombrosamente falsos, simples e infantilizantes, muy dañinos y destructivos de la persona.
La clave de la vida humana no es la creencia sino la increencia.
Un sano y vigoroso escepticismo, que se pregunta el por qué de todo y desconfía de cualquier afirmación no asentada en hechos bien probados, es lo verdaderamente necesario. Hay que creer lo menos posible, para no cargar la mente con supersticiones y fes, a fin de que quede libre para pensar lo importante, aquello que nos realiza y eleva como seres humanos.
“Todo tiene que ser probado en la experiencia y la voluntad de creer”, tal es lo que defiende, por ejemplo, el pragmatismo, esa filosofía producida y difundida por el imperialismo yanki, que es la esencia de lo preconizado por el ejército de los promotores de supersticiones, tiene que ser criticada. No hay que admitir lo que parece útil, apropiado y conveniente para el ego sino lo que es verdadero, lo que queda verificado a través del proceso experiencial/reflexivo de investigación. Lo verdadero ha de estar diferenciado de lo falso, y el esfuerzo por la verdad posible es el único ejercicio en el que la mente humana se mejora y perfecciona.
Los consumidores de boberías, en primer lugar, están destruyendo su capacidad reflexiva, al sustituirla por la mera admisión de todo lo que, en su frivolidad e ignorancia, les apetece creer. Sólo la voluntad de verdad, el esfuerzo por la verdad y la búsqueda de la verdad fomentan la inteligencia, mientras que la dejación de tales categorías nos rebaja a la condición de subhumanos, de seres sin cerebro, de meras nadas que las y los listillos de turno saquean sin contemplaciones.
Por tanto, exijamos responsabilidades a quienes llevan mucho tiempo lucrándose con la historieta del próximo 21 de diciembre. Desde el mismo día 22 hemos de ponerles en evidencia y denunciarles en público. A ellos/ellas y a todos los que en nombre de lo anti-occidental y lo anti-racional se han construido un negocio que es un escándalo, una expresión del peor conformismo y una forma de degradar aún más a una sociedad en agonía como la nuestra.
Félix Rodrigo Mora
Aducen que ante el racionalismo de Occidente vale todo, y que uno se ha de hundir en el irracionalismo, para ser “anti”. Pero la filosofía occidental es en gran medida irracionalismo, credulidad y mera superstición, comenzando por el racionalismo, o sea que, como sucede tantas veces, afirman lo que niegan.
La clave está en los criterios de verdad, en el esfuerzo de la mente pensante para encontrar qué es verdadero y qué es simple error, desacierto, falsificación o vulgar mentira. En Occidente amplios sectores de la población, a día de hoy, son manejados como un rebaño de ganado por el pensamiento “alternativo”, orientalista, indigenista, enquistado en formas de fraude y engaño que son escandalosas: de tal conglomerado forma parte dicha “profecía” del fin del mundo a fecha fija.
Para comenzar, hay que tener en cuenta que los mayas fueron una cultura extraordinariamente opresiva, brutal y sanguinaria. Sus elites de poder sometieron a un dominio y explotación despiadada al pueblo, que luchó con gran arrojo, durante ciertos periodos, contra sus dominadores. Los calendarios mayas no los hizo el pueblo sino los opresores del pueblo, y eso no se puede olvidar cuando escuchamos las loas fanatizadas que algunos dirigen a tales creaciones, conforme a la moda perversa de que todo lo occidental es el mal y todo lo no-occidental el bien, lo que a fin de cuentas es una posición racista.
En el presente los indigenismos formas parte de esa enormidad que es el “antiimperialismo”, según el cual son las oligarquías de los diversos países pobres, pero no sus pueblos, los que “luchan” contra el imperialismo. En Occidente todo ello es utilizado por el poder a fin de promover el autoodio, para mejor aculturar oprimir y destruir a los pueblos europeos.
Esta necia credulidad está permitiendo la proliferación de un sinnúmero de chamanes, sanadores, profetas de “lo auténtico”, redentores del género humano, videntes, “Maestros” poseedores de una sabiduría completa y absoluta o profetas de esto y de lo otro, en suma, de vivillos y mercachifles, que se lucran con sus cursos y sus mensajes, abusan de sus cándidos seguidores y ofrecen unos productos intelectuales asombrosamente falsos, simples e infantilizantes, muy dañinos y destructivos de la persona.
La clave de la vida humana no es la creencia sino la increencia.
Un sano y vigoroso escepticismo, que se pregunta el por qué de todo y desconfía de cualquier afirmación no asentada en hechos bien probados, es lo verdaderamente necesario. Hay que creer lo menos posible, para no cargar la mente con supersticiones y fes, a fin de que quede libre para pensar lo importante, aquello que nos realiza y eleva como seres humanos.
“Todo tiene que ser probado en la experiencia y la voluntad de creer”, tal es lo que defiende, por ejemplo, el pragmatismo, esa filosofía producida y difundida por el imperialismo yanki, que es la esencia de lo preconizado por el ejército de los promotores de supersticiones, tiene que ser criticada. No hay que admitir lo que parece útil, apropiado y conveniente para el ego sino lo que es verdadero, lo que queda verificado a través del proceso experiencial/reflexivo de investigación. Lo verdadero ha de estar diferenciado de lo falso, y el esfuerzo por la verdad posible es el único ejercicio en el que la mente humana se mejora y perfecciona.
Los consumidores de boberías, en primer lugar, están destruyendo su capacidad reflexiva, al sustituirla por la mera admisión de todo lo que, en su frivolidad e ignorancia, les apetece creer. Sólo la voluntad de verdad, el esfuerzo por la verdad y la búsqueda de la verdad fomentan la inteligencia, mientras que la dejación de tales categorías nos rebaja a la condición de subhumanos, de seres sin cerebro, de meras nadas que las y los listillos de turno saquean sin contemplaciones.
Por tanto, exijamos responsabilidades a quienes llevan mucho tiempo lucrándose con la historieta del próximo 21 de diciembre. Desde el mismo día 22 hemos de ponerles en evidencia y denunciarles en público. A ellos/ellas y a todos los que en nombre de lo anti-occidental y lo anti-racional se han construido un negocio que es un escándalo, una expresión del peor conformismo y una forma de degradar aún más a una sociedad en agonía como la nuestra.
Félix Rodrigo Mora
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