La idea de la fidelidad en un sentido predominantemente "existencial" ha adquirido cierta importancia en varias tendencias de la filosofía contemporánea. La "filosofía de la lealtad" constituía el coronamiento del pensamiento de Josiah Royce, encaminado en los últimos tiempos a buscar un fundamento concreto que permitiese apoyar la acción moral, también concreta, y con ello la acción humana.
Este fundamento podría ser, según Royce, la lealtad. Por ella entendía primariamente la consagración consciente, práctica y completa de una persona a una causa (The Philosophy of Loyalty, 1908, págs. 16-7; hay trad, esp.: Filosofía de la fidelidad, 1949), siempre que esta causa no fuese meramente impersonal.
La lealtad o fidelidad es para Royce un principio ético, por el cual "todas las virtudes comunes, en tanto que defendibles y efectivas, son formas especiales de la lealtad a la lealtad" (op. cit., págs. 129-30; advirtamos aquí, como curiosa comprobación, que al final de su novela Paz en la guerra, publicada en 1897, Unamuno había empleado ya la expresión "lealtad por la lealtad misma").
De ahí que, en último término, la lealtad pudiese definirse como "la voluntad de creer en algo eterno y de expresar tal creencia en la vida práctica de un ser humano" (op. cit., pág. 357).
Más decisivamente se apoya en la fidelidad la filosofía de Karl Jaspers, quien la concibe como una de las formas en que se realiza la historicidad de la existencia.Pues el núcleo de la fidelidad reside, según Jaspers, en la decisión absoluta de una conciencia por medio de la cual se pone, por así decirlo,un fundamento a sí misma, en una "identificación de la existencia consigo misma" (Philosophie, 1932,
t. II, pág. 137).
La fidelidad puede ser, por lo demás, central o periférica, absoluta o relativa. En Gabriel Marcel, la fidelidad es uno de los fundamentos ontológicos de la existencia,la cual requiere, para huir de la aniquilación de sí misma a que la condenaría la infidelidad y la muerte,el vivir dentro del reconocimiento de lo permanente y de lo durable.
Pero este reconocimiento no es, según Marcel, simplemente un juicio objetivo acerca de las cosas, sino que es la condición misma de la persistencia del propio yo en el curso de sus actos trascendentes. El vivir en la fidelidad —como el vivir en el amor— no es, por consiguiente, de acuerdo con dicho autor, una mera forma de vida al lado de otras posibles, sino que es el fundamento de la existencia, el conjunto de condiciones que la hacen posible.
La fidelidad es, en suma, como la fe, no algo definido en función de un objeto, de una esencia, sino a la inversa: el objeto no es sino "la traducción al lenguaje de conocimiento (de posición) del acto privilegiado que es la fe" y que será luego también la fidelidad (Journal métaphysique,3a edición, 1935, pág. 39 y "La Fidelité créatrice", en Du refus à l'invocation, 1940). Para Maurice Nédoncelle (De la fidélité, 1953), la fidelidad es esencialmente fidelidad a una fe, o fidelidad a un valor, o fidelidad a los seres o "valores vivientes".
La fidelidad puede ser, pues, definida de tres modos: como "la creencia activa en la constancia de un valor" (op. cit., pág. 25), como "una disposición a guardar la presencia de un ser en tanto que él mismo es depositario del valor y en la medida en que esta presencia depende de nuestro consentimiento" ( loc. cit).
La fidelidad hace posible la realización y cumplimiento [accomplissement] de la persona, pues la fidelidad "trasciende no sólo los horizontes de la conciencia empírica, sino también los de una mónada idealmente encerrada en sí misma" (op.cit., pág. 194).
La fidelidad tiene, en suma, una "significación metafísica" (op. cit., pág. 197) y no sólo psicológica o moral.
De forma que sin fidelidad no se puede argumentar que se entrega todo.
FIDENS QUAERENS INTELECTUM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario