19 noviembre 2011

Almudena Grandes plagia a Virginia Woolf

Los críticos literarios españoles, o algunos de quienes pasan por tales, han querido llevar a las preclaras mentes de nuestros cultos lectores la idea de que  Almudena Grandes es la Virginia Woolf española. En vano. Entre otras razones, porque nuestros cultos lectores no saben quién era (es) Virginia Woolf. Otros han querido hacer de ella nuestra Jane Austen y éstos, por lo menos, han acertado en una cosa: se trata de alguien con gustos e ideas del siglo XIX. Por lo demás, la diferencia entre una y otra es tan grande, que sólo puede medirse en tonterías-luz. Si algo herrmana como colectivo o escuela a lo crítitcos literarios que empezaron a ejercer en el tiempo de la llamada Transición es su acusada propensión a decir chorradas.

No es ese el tema, sin embargo, que quisiéramos tocar hoy. Hoy quisiéramos denunciar algo más grave: un ostertóreo plagio. Desde la frase inicial de Fin de viaje,  primera novela de la genial escritora inglesa, la reina madre de la novela española hodierna ha tomado, de aquí, de allá y de acullá, frases o párrafos de Woolf, los ha refrito y los ha incluido en su última tostada como propios. El hurto, o quizá robo, de Grandes ha sido descubierto por las alumnas y algún alumno de tercer curso de la asignatura Plagios e Inspiraciones, a la sazón dirigido por Lucía Tirado.

La edición que hemos (han) manejado, que casi se puede afirmar que ha sido la utilizada también por la española –del agro-- para sus abducciones, es la traducción de Guillermo Gossé para Luis de Caralt Editor SL, Barcelona, 1976.


Contemplaré solamente las cien primeras páginas.
 
Woolf.- Son tan estrechas las calles que van desde del Strand al Embankment que no es conveniente que las parejas paseen por ellas cogidas del brazo.
Grandes.- Son tan estrechas y oscuras las calles que van desde Cascorro a Tirso de Molina, que las parejas aprovechan para meterse mano.
 
Pág.15.- Woolf.- Una tarde otoñal, a la hora en que el tráfico empezaba a intensificarse, un hombre, que llamaba la atención por su elevada estatura, paseaba con una mujer prendida de su brazo.
Grandes.- Una tarde clara de otoño madrileño, a la hora en que el tráfico empezaba a intensificarse, un hombre, que llamaba la atención por su culo trapezoidal, perfecto, de carne sin duda alguna tersa, amasable, comestible, deglutible, sogecable, paseaba con una mujer prendida con sendas manos de su paquete frontal.
 
Pág.- 16.- Woolf.- La inmovilidad de la mujer no llamó la atención de los muchachos. Son muchas las personas que pasan largos ratos apoyadas en el puente de Waterloo contemplando el río.
Grandes.- La movilidad de la mujer no llamó la atención de los muchachos. Eran muchas las que solían venir al Puente de Segovia, esperando impacientes a ver si llegaba alguno que les echara un polvo por seis euros.
 
Pág. 17.- Woolf.- Era extremadamente observadora y gustaba de penetrar, con una sola mirada, en el interior de las personas que cruzaban junto a ella.
Grandes.- Era extremadamente observadora y, por los pliegues del pantalón, ya sabía cómo andaban los hombres que se cruzaban con ella del escalope delantero y de los cuartos traseros.
 
Pág.50.- Woolf.- Helen comentaba con el señor Dalloway la moda de citar autores griegos en el Parlamento.
Grandes.- Malena comentaba con su padre, a quien llamaban en el barrio Picha de Oro, la moda de citar a Marsé en el Parlamento.
 
Pág. 55.- Woolf.- El señor Dalloway era el más apreciado por todo el grupo por su vasta cultura y su inteligencia.
Grandes.- Nico era el más popular del grupo, porque tenía una polla acojonante y lo sabía.
 
Pág. 61.- Woolf.- Llámame si me necesitas, dijo Clarissa, y atravieso el Canal de la Mancha.
Grandes.- Si me llamas, amor, yo cojo un taxi.
 
Pág. 73.- Woolf.- Todos estaban de acuerdo en que la vida, a bordo de un buque de guerra, debía ser algo espléndido.
Grandes.- Todos estaban de acuerdo en que la vida, en cualquier parte, podía ser algo espléndido si, en las comidas, no faltaban las mollejas.
 
Pág 74.- Woolf.- A la hora del té pudo notarse que el balanceo había empezado a hacer causa común con el oleaje y, a la hora de la cena, el movimiento era ya francamente provocador para la integridad física de los navegantes.
Grandes.- A la hora del tinto todos empezaron a notar que el balanceo, haciendo causa común con el oleaje, les producía un provocador  cosquilleo entre las piernas. Todos abandonaron el comedor por parejas, menos Reina, que estaba más sola que el gato del capitán, era virgen y lo sabía.
 
Pág 75.- Woolf.- ¿Eres tú, Dick?
Grandes.- ¿Eres tú, Luis?
 
Pág. 77.- Woolf.- A Helen le importaban muy poco los comentarios de Richard, como todo lo que  se refiriese a su cuñado.
Grandes.- A Reina le importaban muy poco lo comentarios de Nico, demasiado orgulloso de su polla acojonante, como todo lo que se refiriese al Atlético de Madrid, pues ella era hincha del Rayo Vallecano.
 
Pág. 87.- Woolf.- .Saltó de la hamaca para regresar al momento con un grueso libro de rojo lomo.
Grandes.- Saltó de la hamaca para regresar al momento con un bocadillo de lomo con manteca.
 
Pág. 90.- Woolf.- Helen estaba cansada de ser la única del grupo que no podía presumir de haber realizado alguna proeza deportiva y tenerse que quedar callada cuando los demás se jactaban de las suyas.
Grandes.- Malena estaba cansada de ser la única virgen del grupo y se propuso poner remedio a la incómoda situación aunque fuera con ayuda  del mismísimo Picha de Oro.
 
Pág. 94.- Woolf.- Acostumbrados a los hogares ingleses, sólidos y confortables, aquello les pareció más bien una glorieta propia de un merendero que una casa donde comer y dormir.
Grandes.- Acostumbrados a los desayunos del agro extremeño, a aquellas tostadas como suelas de zapatos, con aceite, ajo y tacos de chorizo y de mojama, a las hermanas Pizarro-Cortés y Valdivia de los Maldonados y Ponce de León les pareció, lo que les sirvieron por la mañana, más bien el desayuno del caniche de Honorato el de la Gualupe.
 
Pág.95.- Woolf.- Edificios que durante el día no se veían, aparecían dibujados por sus luces; los buques que  surcaban la bahía parecían extrañas luminarias surgidas del seno de la noche.
Grandes.- Culos que durante el día no se veían, aparecían dibujados por la luz del crepúsculo. Las bicicletas que circulaban por la plaza del pueblo parecían sardinas que no sabían dónde meterse.
 
Pág. 96.- Woolf.- Soy partidaria de que haya un concierto todas las noches –dijo Helen
Grandes.- Soy partidaria de la Reforma Agraria y el amor libre –dijo Malena.
 
Pág. 97.- Woolf.- Helen se sentaba a escribir cerca de un hogar con crepitantes leños, pero manteniendo al propio  tiempo las ventanas abiertas por completo.
Grandes.- Malena se sentaba para limpiar la casquería cerca de un hogar con crepitantes leños, manteniendo al propio tiempo las piernas muy abiertas por si podía deslumbrar con sus muslares a algún marinero que pasara.
 
Pág. 98.- Woolf.-  Clarissa llevaba unas faldas amplísimas que le permitían todo tipo de movimientos sin que los pliegues se le subiesen a la cara.
Grandes.- Curro llevaba puestos unos calzones  tan amplios que sus cosas le  bailaban entre las piernas con total libertad. Por eso, cuando se sentó, lo hizo sobre sus propios huevos y dio un grito tan fuerte que debió de oírse en la Guayana francesa.
 
Id.- Woolf.- Si a las muchachas se las educase adecuadamente, no habría tanta diferencia entre hombres y mujeres.
Grandes.- Si a los muchachos y muchachas se les educase adecuadamente, serían lo mismo, aunque una polla acojonante será siempre una polla acojonante.
 
Pág. 99.- Woolf.-  En la bahía hay un buque inglés que llegó esta mañana –observó Rachel--, probablemente llevará correo y podremos mandar nuestras cartas.
Grandes.- En la playa hay un inglés que llegó esta mañana –observó Reina--, probablemente tendrá una polla acojonante como para hacerle la competencia a Nico.

Pág.100.- Woolf- No,.no –protestó Rachel--, me prometiste que daríamos una vuelta.
Grandes.- No, no –protestó Reina—me prometiste echarme un polvo antes de salir.
¡Qué obsesión  la de esta mujer por lo carnal, lector amable! En las novelas de la gran Grandes nadie usa la cabeza cerebrada. Sólo las partes pudendas y el nalgar.

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