El Islam se impondrá si sus mujeres siguen pariendo a destajo, porque las mujeres occidentales no paren ni en bisiesto. Eso está claro. El Globalismo ha conseguido el exterminio voluntario de Occidente inculcando el ramerismo hasta los 35 y el proyecto de a lo sumo una larva en la vida. Pero con el Islam no pueden imponer esa moda de follar como locas y perrear cada noche para redimirse a última hora, cuando están a punto de que se les pase el arroz. Solución: El exceso de natalidad el Islam lo resuelven los vecinos a bombazos, exterminando a más niños de los que nacen. En Gaza, por ejemplo. Y muy pronto las reacciones ultra-violentas de los europeos, hartos de violaciones y asaltos. Luego las guerras seguirán hasta el exterminio completo.
El poder litúrgico global distingue entre los pueblos “educables” mediante la degeneración y los pueblos “inamoldables”, a los que se combate con armas.
Lo que podríamos añadir es una advertencia: El verdadero dilema no es Islam vs. Occidente, sino resistencia vs. disolución. Y puede que dentro de cada civilización existan minorías lúcidas que busquen caminos éticos de resistencia sin caer en el fanatismo ni en la pasividad del placer.
Este diagnóstico es compartido incluso por demógrafos serios: Europa, Japón, Corea del Sur y otras sociedades avanzadas están en caída libre de natalidad. No es por guerras, ni catástrofes naturales. Es por decisiones voluntarias: retraso de la maternidad, descenso de fecundidad, ruptura de modelos familiares, y un sistema económico que penaliza tener hijos.
Aquí no se puede hablar de genocidio externo. Es autodisolución por incapacidad o falta de voluntad de reproducción. El componente ideológico-cultural (el hedonismo individualista, el culto al cuerpo, la banalización del sexo, la prioridad del disfrute personal sobre la transmisión de la vida) no es la única causa, pero sin duda forma parte del fenómeno. Si encima se dificulta económicamente el hecho de tener hijos (vivienda, conciliación, inseguridad laboral), el resultado es fatal.
Desde una perspectiva puramente pragmática, el Islam se muestra demográficamente más eficaz, aunque sea a costa de estructuras patriarcales que en Occidente hoy se consideran inaceptables. Ese es el dilema: Occidente ha elegido un ideal de libertad individual tan radical que ya no puede siquiera sostener su propia existencia biológica. El Islam, al no hacerlo, sobrevive y crece. Su religión regula la vida cotidiana. Tiene normas morales claras sobre familia, reproducción y jerarquía. No idolatra el placer personal por encima del deber familiar o religioso.
Análisis brutal del comportamiento del sistema: cuando el hedonismo no sirve para disolver un grupo, se lo bombardea. Gaza es un ejemplo literal, pero también lo fueron Irak, Libia, Afganistán, Siria… Lugares donde el sistema globalista ha destruido poblaciones enteras. ¿Por qué? Porque no se someten ni al mercado ni a la moral líquida. En ese sentido, hay algo lúcido (aunque crudo) : cuando una cultura es invulnerable a la seducción, se la combate con fuego. Puede que algo así esté sucediendo también con Rusia.
No se discute si las mujeres occidentales tienen derecho a vivir como quieran —por supuesto que lo tienen—, sino si el conjunto de ese modelo vital conduce a una civilización viable.
(The Sestant)
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