20 diciembre 2012

La música del Renacimiento


Son de sobra conocidos los hallazgos y avances tan extraordinarios que tuvieron lugar en las artes figurativas durante el periodo denominado como Renacimiento. Sin embargo, el conocimiento de los avances teóricos y prácticos, así como la función social del músico y la Música en aquella época, permanecen hoy en día reservados a los especialistas y estudiosos sobre el tema. Durante el Renacimiento se produjeron avances teóricos importantísimos que suponen la base de lo que hoy en día se conoce como Sistema Tonal y que es la base de toda la música occidental. Así mismo, la función social de los músicos y de la Música cambió radicalmente en esta época gracias a la influencia del pensamiento humanista y, lógicamente, de los extraordinarios avances en el resto de las artes, especialmente del descubrimiento de la perspectiva.

La neta categorización entre la actividad de ejecutar, la de componer y la de teorizar constituyó la base de la concepción medieval de la música, que se resumía y se concretaba en la separación que se estableció entre la teoría y la praxis. Esta concepción se podía observar claramente en el distinto status social del que gozaba la figura del teórico, del que se opinaba que practicaba un arte liberal, con respecto a la del ejecutante, simple figura artesanal adicta a un arte servil. La nueva figura del músico  que emergió a partir del Cinquecento puso en crisis la concepción del Medievo e inició un lento proceso, lleno de contrastes y contradicciones, que habría de conducir a una integración de la música en la cultura humanista, de la que había sido excluida hasta entonces.

Con el extraordinario teórico y compositor Gioseffo Zarlino (1517-1590) al frente, por primera vez los teóricos de la música apelaron a los motivos culturales de carácter general que eran comunes a literatos, arquitectos y pintores; es decir, reclamaron el retorno a la esencia clásica de la antigua Grecia. Sin embargo, este grupo de teóricos se enfrentaron a una grandísima dificultad: mientras que pintores, escultores y arquitectos disponían de numerosas obras artes conservadas a través de los siglos, los músicos no podían hacer otra cosa que correr tras un mito inasible, puesto que de la música en la Grecia clásica no se ha conservado nada, tan sólo los trabajos teóricos de Pitágoras, Aristoxeno, etc. Pero en ningún caso ningún modelo que pueda dar pistas acerca de la praxis. Ante la imposibilidad de imitar de forma concreta los modelos antiguos, es significativo que se repitiera con insistencia la apelación al carácter humanista de la música, con tal de encontrar una vía que pudiera otorgar las características de sencillez, racionalidad y, sobretodo, armonía, que revolucionaron las artes.

Aunque es siempre arriesgado hacer comparaciones entre artes diferentes; sin embargo, quizás no sea demasiado atrevido afirmar que se puede hallar un gran parentesco entre la nueva ciencia de la perspectiva de los pintores renacentistas, como intento de racionalizar y organizar el espacio figurativo, y la armonía tonal de Zarlino, como intento, a su vez, de racionalizar el espacio sonoro.

El propio Zarlino no fue consciente de la magnitud de sus descubrimientos, que permanecieron en un segundo plano hasta que a finales del Cinquecento la Camerata florentina de los Bardi acometa la primera celebración orgánica y consciente del nuevo humanismo en la música. Todos los hallazgos de Zarlino llegaron a su explícita formulación gracias a la camerata florentina, que explicitó su solución: la laicización, por primera vez, de la teoría y la praxis musicales.

Éste fue el paso que dio lugar, lógicamente, al problema central de la teoría y estética del Barroco: el de la relación entre la música y la palabra, entre la línea melódica y el texto literario.

Gioseffo Zarlino (1517-1590) nació en la pequeña localidad de Chiogga, cercana a Venecia. Su educación fue de índole religiosa y transcurrió la mayor parte en un pequeño monasterio de monjes franciscanos. En 1536 entró a formar parte del coro de la catedral de su pequeña ciudad natal, actividad que despertó su interés por la música y que descubrió, así mismo, el gran talento musical del joven cantor. Sus estudios musicales se hicieron cada vez más importantes hasta que, en 1539, fue ordenado diácono y principal organista de la catedral de Chiogga. Éste puesto de organista significó el impulso definitivo que condujo al joven Zarlino a Venecia para estudiar el arte del contrapunto con el por aquel entonces maestro de capilla de la bellísima catedral de San Marco: Adrian Willaert.

Los progresos en el arte del contrapunto y en el dominio del órgano condujeron a Zarlino a ser el sucesor de Adrian Willaert como maestro de capilla de San Marco tras la muerte de éste. Este importantísimo puesto (uno de los más relevantes en toda Italia) concedió notoriedad a Zarlino que se convirtió además en el teórico más influyente de su tiempo y en maestro de notables compositores como Claudio Merulo, Giovanni Croce o Vincenzo Galilei, el padre del astrónomo.

Todos los teóricos del Medievo y los de la primera etapa del Renacimiento confluyen en la figura de Zarlino. Con sus tres famosos tratados – Instituciones armónicas (1558), Demostraciones armónicas (1571) y Suplementos musicales (1588)-, el maestro veneciano pretende llevar a cabo una racionalización sistemática dentro del campo de la música, racionalización que alcanzaría su meta, casi dos siglos más tarde, en la obra de Rameau.

La gran revolución de Zarlino en estos tres tratados consiste en demostrar que aquello que le da consistencia a los sonidos que producen la música, y por ende, belleza, no es una relación de tipo arbitrario o convencional, sino una relación que se apoya en la naturaleza de las cosas y, en tanto que natural, racional. ¿De dónde proviene, pues, éste fenómeno natural racional que aporta belleza a los sonidos? Esta pregunta persiguió a Zarlino durante varias décadas hasta que, tras un intenso esfuerzo, dio en la clave: los sonidos armónicos, ellos son los que dotan de consistencia a los sonidos naturales.

Se hace necesario explicar aquí brevemente qué son los sonidos armónicos. Todo cuerpo que produce un sonido de vibraciones iguales (la cuerda de un violín, de un piano, la lengüeta de un clarinete, etc.) genera, aparte del sonido original, una serie de sonidos paralelos que van apareciendo en una sucesión temporal y que son siempre los mismos. Esta serie armónica es la que, por ejemplo, permite que cada instrumento tenga un timbre y un color diferente, ya que cada instrumento potencia sonidos diferentes de la serie armónica.
Este descubrimiento extraordinario revolucionó por completo y para siempre la música en Occidente. No sólo por las consecuencias técnicas que tuvo, al permitir la construcción de nuestro sistema tonal, sino además por el terremoto filosófico y estético que provocó. Se hace necesario recalcar, que sin la revolución del sistema tonal no hubieron podido nacer las grandes obras, hoy en día admiradas, de los genios posteriores como Bach, Beethoven o Brahms. Hay que recordar, que Zarlino no pretendía inventar nada nuevo; al contrario, su firme intención era la de retornar a la teoría musical griega, la cual, en su opinión, había sido alterada por los teóricos medievales. Todas las investigaciones del maestro veneciano fueron siempre dedicadas a encontrar un orden natural y que sea tan sencillo y racional como la propia Naturaleza. Por este motivo, los sonidos armónicos son el fundamento del nuevo sistema armónico, puesto que se hallan en la naturaleza y originan, por tanto, acordes consonantes que producen belleza.


Éste descubrimiento sirvió de guía a todos los teóricos de la armonía hasta Rameau; representa, además, la toma de conciencia por parte de los músicos prácticos, que empezando por la música profana, irán descubriendo la nueva fuerza expresiva que el recién descubierto sistema tiene y que tiene como consecuencia más directa una construcción formal mucho más sencilla y racional.

Monsieur Merino
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Webmaster: Al respecto del Renacimiento, ¿qué ocurrió con el amor?. Pues bien, en la actualidad, los expertos en el Medievo afirman unánimemente que el tremendo incremento demográfico correspondiente a este periodo, se debió, sin duda, al renacimiento del amor. Por mi parte, si no es demasiado tarde, quiero expresar mi agradecimiento a las mujeres renacentistas, por el entusiástico celo con que se entregaron al movimiento. Mujeres como aquéllas, no se encuentran ya.

Indiscutiblemente, el amor fue el elemento determinante del aumento de la población. Pero, aun el amor, con lo poderoso que es, precisa de la cooperación del sexo fuerte, y, en aquella época el sexo fuerte se hallaba activamente ocupado en la apertura de nuevas rutas comerciales. ¿Qué hay que pensar, entonces? ¿Existe solución para este enigma? El misterio subsistió durante centurias, hasta que hace un año, el doctor Max Krum, autor de “El amor y las rutas comerciales”, aventuró una hipótesis que fue aceptada y abucheada con igual entusiasmo. Sugería en ella la posibilidad de que, aprovechando la ausencia de los maridos, comprometidos en la búsqueda de las rutas comerciales, descendieran sobre las ciudades grupos nómadas de godos. Es probable que los godos, cantando acompañados del rasgueo de sus guitarras a lo largo de las vías urbanas, no tardaran en atraer la atención de las chicas renacentistas, con las consecuencias previsibles en ausencia de los varones medievales…

GM (Memorias de un amante sarnoso).

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