Prof. don José María Pozuelo Yvancos
Fac. Filosofía y Letras.- Universidad de Murcia
Profesor Pozuelo: tengo pocas o ningunas
esperanzas de que me conteste a esta carta. Se la dirijo, sin embargo, por si
es usted de los que piensan como pensaba Dámaso Alonso, quien una vez, en
presencia de Dionisio Gamallo Fierros (ya sabe, el especialista en Bécquer y
Rosalía de Castro que restituyó el texto completo de El caudillo de las manos
rojas), me dijo que todo crítico tiene la obligación moral de dar explicaciones
a quien se las pida, especialmente en casos de palos muy fuertes o alabanzas
desorbitadas.
Yo me vengo ocupando, desde mediados de la década
de los 60, del género novela, desde los puntos de vista histórico, sociológico,
crítico y teórico. Unos diez libros y decenas de artículos he publicado sobre
el tema. Los últimos libros, La novela española del siglo XX (Endymión, Madrid,
2003) y Teoría de la novela (Barcelona, Anthropos, 2005). Ninguno de los dos,
por cierto, ha merecido una sola línea en nuestros sesudos suplementos
culturales o páginas literarias, dicho sea para dibujar el ambiente en que se
sitúa el contenido de esta carta, ya que usted es asiduo colaborador de uno de
esos suplementos.
Un grupo de escritores y filólogos asesoramos a
las muchachas que hacen La Fiera Literaria. De ese grupo forma parte Juan
Ignacio Ferreras, un cuarto de siglo profesor de literatura española en la
Sorbona, y que , a sus más de diez libros sobre el género novela, ha añadido
recientemente una Historia de la novela española desde los orígenes a la
actualidad, en nueve tomos, tres de ellos catálogos, que tampoco ha merecido
una sola línea en ninguna parte, lo cual constituye otra prueba de lo
irregularmente que se producen las cosas en nuestro mundo literario. Están
también Máximo Brioso, catedrático de Filología Clásica en la Universidad de
Sevilla. Héctor Brioso, hijo del anterior, profesor de Filología Española en
Alcalá de Henares, y Felicísimo Valbuena, catedrático de Literatura Española en
la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense.
Ninguno de nosotros duda lo más mínimo de la
preparación de usted, ni de la de los profesores Francisco Rico, Santos Sanz
Villanueva, Gonzalo Navajas, Ángel Basanta, Darío Villanueva, Jordi Gracia, etc
Y aquí está el problema que quiero plantearle.
Ustedes han escrito cosas más que encomiásticas sobre Javier Marías, con
francas expresiones de devoción, de admiración, de adoración. Han vertido sobre
él elogios tan subidos como no han dedicado nunca, ni ha dedicado nadie, a
Cervantes, Goethe, Shakespeare, Dostoievsky etc. Sobre Javier Marías, digo, que
para nosotros es –y lo hemos demostrado— un completo negado para la literatura,
ya que empieza por no saber lo más elemental: escribir. Confunde el significado
de muchísimas palabras o lo ignora, su "prosa" es un amasijo de
anacolutos, repeticiones, faltas de concordancia, trabaleguas... Por ende,
emplea esa mala prosa para decir, cuando medio se hace entender, obviedades,
chorradas, memeces, nimiedades y tonterías. También hemos demostrado que jamás
ha escrito una novela, que está incapacitado para levantar un mundo de ficción
y que nada sabe de tiempo, espacio, composición, elusiones, alusiones,
extrañamiento, fluir de la conciencia, monólogo interior... Sólo ha escrito
desangelados relatos plenos de digresiones estúpidas y pedantes, disparadas
desde su propio ombligo. Si escribe siempre en primera persona, hemos hecho ver
que es porque está incapacitado, repito, para objetivar una realidad ficticia,
que es en lo que consiste una novela. Jamás ha dibujado un personaje. Jamás ha
creado un ambiente. Hasta como relatos consideramos pésimos sus libros, que en
muchas de sus páginas son sencillamente ridículos. Para nosotros es el peor
escritor de todos los tiempos y lugares. Nadie, como él, ha escrito peor en una
lengua. Casi nunca es capaz de expresar lo que quiere expresar y a veces hasta
expresa lo contrario. Nos sobran ejemplos, recopilados por las muchachas de La
Fiera, todas ellas doctoras en Filología Española y Clásica.
¿Entonces? ¿Cómo es posible que entre dos grupos
de especialistas se de una diferencia tan enorme en la valoración de unas
obras? Este es el tema principal de esta carta, y por eso hago hincapié en él:
ustedes y algunos otros críticos y profesores, entre éstos, lo que colaboraron
en el libro de Rodopi, han derramado sobre Marías elogios que no han hecho ni
se han hecho sobre ningún gran escritor de la historia, y piden para él el
Premio Nobel. Y son ustedes especialistas. Y nosotros, que también somos
especialistas, no es que les digamos que "no tanto". Es que negamos
toda relación con la Novela y con la Literatura en general a quien consideramos
un pobre disléxico, incapacitado para la escritura y ensoberbecido por los
halagos que mucha gente le prodiga, no sabemos con qué intención. Para ser
absolutamente sincero –de nada serviría no serlo--, le diré que, entre los
lectores de La Fiera, los hay que piensan seriamente que Marías tiene medio
síndrome de Down, lo que le incapacita para la escritura coherente y le induce
a confundir palabras. Su divorcio de la Literatura es total. Su discurso de
ingreso en la Academia, por ejemplo –resulta escandaloso que alguien que
desconoce su lengua haya sido admitido en la Academia— fue un horror de
afirmaciones arbitrarias, tonterías, errores, contradicciones que en la web de
La Fiera, sección "Cuadernos de Crítica" puede encontrar bajo el
título La facilidad para decir chorradas, junto con la contestación con la que
el profesor Rico se lució, demostrando de paso que la Academia, junto con el
Círculo de Bellas Artes, la Casa de América, la editorial Alfaguara, el
suplemento Babelia y el diario El País constituyen los diversos territorios del
cortijo privado de unos cuantos.
Nosotros no tenemos la menor duda sobre que
llevamos toda la razón. Y hemos amontonado infinidad de pruebas. ¿Entonces?
¿Qué pasa? ¿Usted –ustedes— puede justificar sus afirmaciones, sus desmesurados
elogios? ¿Usted tiene explicación para las largas listas que le han mandado
desde el Centro de Documentación de la Novela Española, editor de La Fiera
Literaria, conteniendo centenares de espantosas construcciones, confusiones,
auténticas coces de Marías a nuestra lengua, a su gramática, a la lógica, al
pensamiento maduro?
Nosotros no dudamos, digo, de que toda la razón,
está de nuestra parte y estamos dispuestos a sentarnos a una mesa con quien
quiera, con una "novela" de Marías delante. Y le digo más: nosotros
nos daremos por refutados si, a cambio de todos nuestros envíos, usted nos hace
llegar un solo párrafo escrito por Javier Marías –cinco o seis líneas-- que
sepa a literatura. Un saludo
P S.- Una sola de las siguientes puñaladas de su
patrocinado a la lengua bastaría para descalificar a una persona como escritor.
En La Fiera cuentan con casi mil. De solamente seis "novelas".
Todas las almas, p 51 [Los platos de la cena]
eran tres o cuatro (según la riqueza o tacañería del college). O sea que lo
contrario de riqueza es tacañería y lo contrario de pobreza, por tanto,
generosidad. ¿Y a santo de qué el paréntesis?
Todas las almas, p 142 El profesor del Diestro
llevaba muy avanzado el conocimiento trabado de su desconocida.
Todas las almas, p 144 Tengo la polla dentro de
su boca, pensé al tenerla. [...] Tengo la polla en su boca o ella tiene su boca
en ella, puesto que ha sido su boca la que ha venido a encontrarla.
Travesía del horizonte p 154.- [en vez de a los
islotes a donde querían ir los millonarios] lo mejor sería llegarse a toda
marcha hasta las islas Marianas y hacer creer a los millonarios que éstas se
trataban de aquéllas.
Mañana en la batalla piensa en mí p 9 A los vivos
y al que se muere le avergüenza a menudo la forma de su muerte posible y sus
apariencias, también la causa.
Mañana batalla p 22 Volvió la cara hacia mí más
como intención que como hecho.
Creo que se puede asegurar que no ha habido nadie
que haya empleado la lengua española con mayor torpeza, con menos gracia, con
menos literariedad. Aun las veces en que no incurre en disparates sintácticos o
de léxico, la prosa de Marías es desangelada, roma, oficinesca, sin
expresividad. Y es vehículo de auténticas sandeces.
MGV
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